Dra. Kari Vo
La misericordia de Dios es eterna para aquellos que le temen. Con su brazo hizo grandes proezas, y deshizo los planes de los soberbios. Lucas 1:50-51
¿Alguna vez lo has notado? Cuando más avanza María en el Magnificat, su canto de alabanza, más revolucionarias se van volviendo sus palabras. Es que la venida de Jesús va a revolucionar al mundo.
Ella canta: "La misericordia de Dios es eterna para aquellos que le temen", pero también: "deshizo los planes de los soberbios." Y nosotros, ¿tememos y amamos a Dios porque sabemos cuánto necesitamos su misericordia, o en nuestro orgullo creemos que no necesitamos un Salvador?
Solo un grupo de personas se arrodillará ante el pesebre para ver al recién nacido Salvador Jesús. Los orgullosos nunca entrarán a verlo; después de todo, ellos creen que sus planes y conspiraciones serán suficientes para lograr lo que desean. Se quedarán afuera, o se irán en busca de sus propios deseos.
Pero los humildes, los quebrantados, los necesitados, estos son los que temen al Señor. Ellos saben la verdad sobre sí mismos, por lo que saben cuánto necesitan la misericordia de Dios. Jesús es esa misericordia.
Humillemos nuestros corazones, inclinémonos y entremos en la habitación donde está acostado el Niño Jesús. Caigamos de rodillas en la tierra y la paja al pie del pesebre. Deleitemos nuestros ojos con la prueba de que el gran Rey de todo realmente nos ama y ha enviado a su Hijo para convertirnos en hijos de Dios. Este es nuestro Salvador, no nuestros planes y sabiduría, sino los de Dios. Este es Jesús, que un día colgará en una cruz por nosotros y luego resucitará de los muertos para darnos la vida eterna.
ORACIÓN: Querido Padre, ayúdanos a temerte y amarte con todo nuestro corazón, agradecidos porque nos has dado a Jesús, nuestro Salvador. En su nombre. Amén.
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