Cuántas veces sucede que las palabras tiernas, cariñosas y apasionadas parecen irreales o, por lo menos, pasajeras, porque no reflejan verdaderamente los sentimientos del corazón. Así sucede con nuestro amor por Dios, no siempre nuestras palabras piadosas, nuestra alabanza y nuestra gratitud expresan los verdaderos sentimientos del corazón. Pero el corazón, como dice Jesús, tarde o temprano, su contenido será derramado por la boca, como un vaso que reboza (Marcos 7:20-23). Dios ve el corazón. Dios ve el interior, conoce lo más íntimo de nuestros pensamientos. Él sabe si lo amamos o no. Es esto lo que dice el apóstol Pedro, cuando arrepentido derramó su amor a Jesús, con las palabras: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21:17). Solamente en arrepentimiento verdadero podemos agradar a Dios y decir: "Yo te amo, Señor."
Oremos: Amado Padre, no consigo amarte con todo mi corazón. Acéptame, Señor, en Tu amor, porque estoy arrepentido, enséñame a amarte. Amén.
Lectura: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21:17).
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